Es uno de los pocos desnudos de la pintura española, junto a La Maja Desnuda de Goya. Es el único que se conoce de Velázquez, aunque parece que pintó otros.
El simbolismo explícito del cuadro se traduce en que Cupido, hijo de Venus, que es el amor, sostiene un espejo, en el que queda reflejado el rostro de la diosa de la belleza.
La figura alada de Cupido presenta los brazos delicadamente atados. Así, el amor es preso de la belleza. Venus se autocomplace, con cierto desdén, en la observación de su hermosura: Es la vanidad narcisista. El espectador asume un papel ciertamente voyerista, compartiendo con el ángel la visión del cuerpo femenino, mórbidamente recostado,
ofreciendo su dorso .
El simbolismo explícito del cuadro se traduce en que Cupido, hijo de Venus, que es el amor, sostiene un espejo, en el que queda reflejado el rostro de la diosa de la belleza.
La figura alada de Cupido presenta los brazos delicadamente atados. Así, el amor es preso de la belleza. Venus se autocomplace, con cierto desdén, en la observación de su hermosura: Es la vanidad narcisista. El espectador asume un papel ciertamente voyerista, compartiendo con el ángel la visión del cuerpo femenino, mórbidamente recostado,
ofreciendo su dorso .
Velázquez recrea el mito erótico, ocultando el sexo y haciendo
visible el rostro en el espejo, implicando lúdicamente al observador en la contemplación de su obra.
El cuadro ha perdido parte de la perspectiva aérea tan característica de Velázquez, debido a los avatares históricos sufridos y en parte tambien por las malas restauraciones que se le han realizado.
En 1914 la sufragista inglesa Mary Richardson, impulsada por su fanatismo, pues consideraba que degradaba la imagen de la mujer a un mero objeto sexual, le asestó siete puñaladas.
visible el rostro en el espejo, implicando lúdicamente al observador en la contemplación de su obra.
El cuadro ha perdido parte de la perspectiva aérea tan característica de Velázquez, debido a los avatares históricos sufridos y en parte tambien por las malas restauraciones que se le han realizado.
En 1914 la sufragista inglesa Mary Richardson, impulsada por su fanatismo, pues consideraba que degradaba la imagen de la mujer a un mero objeto sexual, le asestó siete puñaladas.
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